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Sport&Affari – I debiti del calcio spagnolo

Si una de las máximas preocupaciones de los bancos es la morosidad, no deja de ser curioso que nuestra Liga, endeudada hasta las trancas, tome de apellido el nombre de uno de ellos. Igual de paradójico que resulta ojear la enésima clasificación que sitúa al Real Madrid como el club más rico del mundo, seguido de cerca por el Barcelona, tercero. Paradójico, porque la realidad, que son los datos, camina precipitadamente en una dirección mucho más desalentadora y dibuja un panorama maltrecho.

Los clubes de Primera deben un total de 2.085 millones de euros. De los veinte equipos, diecisiete de ellos acarrean deudas. Barcelona y Madrid acaparan casi un tercio del montante final. El Sporting ocupa una privilegiada decimoquinta posición, con una deuda aproximada de 17 millones de euros. El principal acreedor es Hacienda, a quien los clubes de Primera y Segunda deben la friolera de 627 millones de euros, según informó hace unos días el Gobierno, quien, además, añadió que a la Seguridad Social le deben en total casi cinco millones. La imprudente costumbre de los equipos de gastar más de lo que ingresan ha obligado a seis de ellos a acogerse a la ley concursal.

Sólo tres conjuntos, los andaluces Sevilla, Almería y Recreativo, presentan un balance saneado. El Sporting, en concurso de acreedores desde 2005, es de los equipos que mejor parados salen de esta particular lista de morosos. El club rojiblanco presentó el pasado mes de diciembre las mejores cuentas de su historia, elevando los ingresos de un año en un 70 por ciento. Las ganancias extraordinarias propiciadas por el ascenso y la posibilidad de que alguno de sus principales acreedores privados canjeen parte de su activo por acciones de la entidad han rebajado la deuda del club hasta la cantidad aproximada de 17 millones de euros. El propio presidente del equipo, Manuel Vega-Arango, reconocía al finalizar aquella exitosa junta que «se ha pasado de la bancarrota a respirar cierta salud».

Salud dañada la que tiene un Valencia al borde del abismo, ahogado por un pasivo que asciende a 550 millones. La situación del club che está cerca de presentarse como insostenible, después de que no haya podido completar este mes los quince millones de euros correspondientes al 50 por ciento de las fichas anuales de sus jugadores. Además, tiene paralizadas las obras del nuevo estadio (adeuda a la constructora 14 millones de euros) y no encuentra comprador para los terrenos ya recalificados del viejo Mestalla, operación a la que el ex presidente Juan Soler fio la viabilidad del club. El reciente acuerdo con Mediapro, al que el club ha cedido los derechos televisivos hasta 2014 a partir de la próxima temporada, parece inyectar una bocanada de oxígeno a sus heridas cuentas.

El del Valencia es un claro ejemplo de las consecuencias del estallido de la «burbuja inmobiliaria», una de las principales causas del agravamiento de la crisis en el mundo del balón. El ladrillo le ha dado la espalda a la pelota y ha dejado limpias, en un hecho sin precedentes, las camisetas del Deportivo de la Coruña o del Racing de Santander.

La inmobiliaria Martinsa-Fadesa, patrocinadora de los gallegos, quebró en verano y huyó de las camisetas blanquiazules tan pronto como pudo. El Dépor adeuda ahora 160 millones y hasta su presidente, Augusto César Lendoiro, se ha visto obligado a bajarse el sueldo. La constructora Seop, anunciante de los cántabros, hizo lo propio aquejada del mismo mal. El club cántabro tiene un pasivo de 35 millones de euros. Camino inverso recorrió el Athletic de Bilbao, que tuvo que introducir publicidad en sus zamarras por primera vez en 110 años de historia para hacer frente a sus 35 millones de deuda. Málaga, Betis, Sporting, Villarreal y Mallorca han llamado a la puerta de las administraciones regionales para que les sostengan el patrocinio financiero, en otro claro ejemplo de austeridad.

Precisamente el club balear es otro de los casos cuya supervivencia estuvo amenazada. Noveno entre los más endeudados, el Mallorca fracasó en sus negociaciones con el magnate Paul Davidson. El inglés se echó para atrás al conocer la situación económica del club, lastrada por la quiebra del grupo inmobiliario Drac, protagonista de la mayor suspensión de pagos en la historia de Baleares.

A los equipos no le salen las cuentas, y con la crisis económica se avecinan tiempos más duros. Así de asfixiado se presenta el balompié español, víctima de un compendio de sueños hipotecados.

fonte: La Nueva Espana

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Marcel Vulpis

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